22 mar 2012

Día Cuatro 7 de Enero de 2012

Recorriendo Jujuy

El día arrancó con un poquito de agua en la carpa, pero muy tranquilo y relajado descansé, hice mucha fiaca, levantándome y volviendo a dormir hasta que finalmente el día arrancó para mí. Comencé con un largo disfrute y un buen baño, sinceramente despertar temprano me daba el tiempo suficiente para respirar aire puro, disfrutar de la naturaleza y ser feliz.

Arranqué con todas las pilas dándome un buen baño de agua fría para despertar al cuerpo y luego acompañándolo de unos ricos mates y uno de esos panes que se hacen más ricos con el paso del tiempo y que me acompañaba desde el Martes.

El camping era hermoso y yo ahí sentado en una especie de quincho de asientos y mesa de cemente de unos 3 metros de largo que me protegía del sol y a la vez me dejaba observar el lugar. Mi consumo de cigarrillos había bajado abruptamente a unos ocho por día y fumando a conciencia, como me había enseñado el amigo que me había llevado de Ituzaingó a Corrientes, y que consiste simplemente en hacer exclusivamente eso mientras lo hago, nada más que fumar, pasando del acto inconsciente de hacerlo mientras hago otras cosas al acto de hacerlo 100% consciente sin hacer nada más que fumar, estando completamente en el presente. Realmente me ha funcionado mucho y ojalá a vos también si tenés ese horrible hábito, estoy fumando mucho menos y disfruto del arte de fumar mucho más que antes, de hecho no recuerdo en todos mis 10 años de fumador aspirar concientemente con tanto disfrute tantas pitadas a un cigarro, un placer muy especial.

Después de harto desayuno y de la excelente infusión misionera, paseando por el complejo estuve y lo disfruté mucho y aquí sentado en el complejo Wayra de Tilcara recuerdo como después de recibir la información correspondiente al destino de mis vecinos de camping me dispuse a invitarlos a que tengan el placer de llevarme en una de sus combies como pasajero VIP, jajaja.

Así fue que comencé a preparar mis cosas y en un rato tenía todo listo, seco y adentro de la mochila, claro está, previamente había armado una soga para colgar la ropa con uno de los instrumentos de doble función que había llevado, era hilo de cera del que se usa para cocer zapatos y zapatillas, y que es tan fuerte que aguanta mucho peso y sirve para soga también y ni hablar del lugar que ocupa, 5 centímetros por 1 centímetro circular, super cómodo, fácil de llevar y re util. Al poco tiempo llegó una parejita de Baires, les cedí mi lugar para que pongan su carpa y les ayudé un poco a armarla y ponerla en el lugar, pues era una carpa grande y nueva, nunca la habían probado.

Al rato estaba arriba de la combi con una pareja de unos 60 o 70 años y muy aventureros con destino incierto, sabíamos que íbamos para arriba pero íbamos disfrutando, pasamos el pueblo de León donde nos bajamos a sacarnos algunas fotos. Y al rato, después de ese pueblo …

Comenzaba la Quebrada de Humahuaca, impactante, increíble, imponente por donde se la mire, montañas a diestra y siniestra, cumbres que se escondían entre las nubes, todo hecho por un gran cañón de agua que se nota que alguna vez estuvo ahí por millones y millones de años. Al principio montañas con arboleda y luego la vegetación iba disminuyendo lentamente hasta encontrar cactus de gran porte que parecían a la distancia como ciudades en un mapa. Mas de quinientos metros de quebrada por donde el río fluía de color rojo ladrillo por los intrincados surcos que el pasar del tiempo había formado. Al poco tiempo nos chocamos con una formación natural de una piedra de tipo arenoso que parece una ciudad de Oriente Medio conocida como Huayco, cerca de la localidad del Volcán.

Seguimos viaje pasando de largo la entrada a Punmamarca y su cerro de los siete colores que prometí visitar a la vuelta, pero que realmente no sería nada del otro mundo pues a los costados de la ruta se ven montañas de todos los colores, Sepia, Rojizo, Bordó, Celeste, Marrón, Verde esmeralda tipo mar, negro y de lo que se te ocurra … era simplemente una mezcla bellísima que nos acompañaba a lo largo de todo el camino.

Comenzamos a subir y a ganar en altura y nos comenzamos a meter un poco en las nubes, a las combies les costaba mucho trabajo subir y solo podían hacerlo a menos de cincuenta kilómetros por hora y comenzaba a faltar un poquito el aire, en eso llegamos a un pequeñísimo poblado donde había mucha gente y niños disfrazados y decidieron parar, cuando llegamos nos encontramos con un Pesebre a cielo abierto, a la Jujeña. Estos pesebres que son muy comunes en el norte argentino y en Bolivia son celebraciones que se realizan en fechas especiales y que constan de un grupo de personas dividido entre los que tocan música con quenas, flautas y otros; y la gente que baila, que son grupos de personas dirigidos por alguien adelante y que van bailando y cantando adorando a una imagen del niño Jesús al cual se le van acercando, rodeando y donde se quedan frente a él durante unos diez minutos bailando coreografías preparadas, cánticos y ritmos felices mientras unas doscientas personas los observábamos, a ellos y a los otros grupos que venían con el mismo fin, adorar, cantar un rato, bailar, tocar un poco de música, quizás divertirse (aunque no vi a nadie divirtiéndose allí) y ofreciéndole a esa imagen algunos regales, que supongo recogería alguien de carne y hueso más tarde. La rareza de la situación, en una iglesia católica en el medio de la nada nos llamaba la atención, cada uno de los grupos venía de lugares diferentes y para mí la bizarría no acababa allí, pues también la policía de la provincia tenía su grupo de gente. Venían con banda de música propia, redoblantes, platillos, bombos, tontones y otros instrumentos, y mientras algunos niños bailaban como robots mientras los dirigían, las personas que estaban adelante rondaban los cuarenta años y sinceramente se complica describir con palabras la situación, así que lo dejo librado a su imaginación.

Llegamos a Tilcara, una pequeña ciudad donde se encuentra el Pucará, que podrán observar en las monedas de un peso argentinas que salieron en conmemoración por el Bicentenario y que se encontraba atestada de turistas, parecíamos cucarachas que salimos corriendo por el Raid (o Baigón para los más viejos) que nos habían echado. Se veía mucho más gente haciendo turismo que habitantes del lugar y estaban por todos lados, por algo le decían la Villa Gesell de Jujuy.

Intentamos entrar a la ciudad pero todo era un caos, se veía muchos gorritos azules de esos que llevan uniforme del mismo color y unas placas por las que se creen super importantes y después de pasear un rato, me despedí de los amigos de San Manuel y Avellaneda, ambos pueblos cercanos a Reconquista, que muy amablemente me habían llevado hasta ahí y me puse a buscar lugar para dormir, pero no busqué tanto tampoco, eran las siete de la tarde y se veían muchos mochileros y turistas buscando sin éxito lugar para dormir, así que hice media cuadra y me metí en el Hostel – Camping Waira, al que recomiendo con creces y decidí acampar ahí. El lugar era de unos 2500 metros cuadrados aproximadamente y estaba llenísimo de carpas, pero encontré un lugar y armé la mía.

Salí a pasear por la ciudad pero había tanta gente que no había ni comida en los puestos ambulantes y aún no eran las nueve de la noche. Después de unas vueltas por la plaza y el obligado paso por la casa de turismo volví al hostel pues me habían invitado a un espectáculo que habría ahí en la noche.

El show teatral que dieron los valientes tomadores del teatro que Macri quiere privatizar a cinco cuadras del obelisco porteño fue sinceramente un show y nos divertimos todos, un poco de actuación y una gran improvisación al final, los chicos se merecían mis respetos en la gorra que pasó al final. Ahí conocí a Nicolás, un mochilero de años que venía de Iruya y recorría el país con los chicos del teatro tocando la guitarra, entreteniendo a la tropa. Y también conocí a Jansen, un pibe de veinte años que venía de la ciudad de Mineápolis (Minesotta – Estados Unidos), que venía de vacaciones y que seguiría hasta Puerto Iguazú, cerca de donde yo venía. Se conocía con una chica de Baires con la que recorrían Latinoamérica, y mientras el se reaprovisionaba de energía comiendo una sandía, charlamos de todo un poco en castellano pues el quería mejorar su idioma y me pedía que lo corrigiera, en fin estuvimos ahí un par de horas intercambiando experiencias de vida sin llegar a ningún fin en particular, y no lo habría, simplemente era una forma de dar lo que iba a recibir a futuro en Perú … un poco de corrección de mi inglés.

Nos despedimos y me fui a escribir estas palabras comiendo unas ricas galletas TRAVIATA ( me haría millonario pasando chivos) y una lata de arvejas y de esa manera alivianaba el peso de las mochilas... hoy dormiré temprano para llegar mañana a Humahuaca o a La Quiaca, veremos que me depara el destino...

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