5 mar 2012

Día Uno: Posadas, 4 de Enero de 2012

Todo comenzó … algún tiempo atrás … camino a la isla del sol... (risas). Era media noche y el iluso escribiente decidió hacer algo que sabía no estaba a su alcance, puse el despertador a las 4:30 de la madrugada para levantarme e ir a hacer dedo, que iluso que fui, y eso que me conozco. Entre apagadas y encendidas se hicieron las once de la mañana y a las doce del mediodía estaba listo para partir a lo que sería el viaje más largo y más feliz y lleno de emociones de mi vida entera.

Junté mis cosas que consistían en dos mochilas totalizando por lo menos 50 kg y me arriesgaría a decir que llevaba mi peso a cuestas con todas las cosas para las que había hecho la lista correspondiente y la comida que llevaba (como si fuera un ejército, e iba solo), vale la recomendación para vos amigo viajero, no lleves nunca comida a un viaje de mochilero, por varias razones que puedo enumerar:

1.El peso que puede llegar a 10 kg extras depende del delirio y el miedo a no encontrar comida de quien arme las mochilas.
2.Porque nadie muere de hambre por no comer un par de horas hasta encontrar algo
3.Porque el contacto con aire limpio, pasto y otras facilidades de la naturaleza nos llena de buena onda y energía y hace que no necesitemos demasiada energía (léase comida para los que no saben porqué comen todos los días)
4.Y finalmente pero no por ello menos importante … siempre hay comida donde vamos y no hay nada que un kiosco o despensa no tenga para saciar el hambre.

En fin con todo ese peso salí para la ciudad a enfrentarme con toda mi buena voluntad un excelente día lleno de cosas que no sabía que sucederían, la cuota justa de incertidumbre que me hacía feliz.

Tomé el primer colectivo con destino a la terminal de transferencia para evitar caminar 500 metros innecesariamente con semejante peso, una vez ahí tomé el colectivo del transporte integrado metropolitano y la línea piloto para comenzar a hacer dedo en la estación de servicio ESSO de la Avenida San Martín, en intersección con la ruta 12, donde casi formo un pueblo al lado del a banquina hasta las 14:30, donde de acuerdo a las vivencias me moví hasta el último semáforo de la ciudad que es en la puerta del Hospital Baliña, frente a la entrada de el barrio Itaembé Miní y ahí apenas en el segundo cambio de semáforo apareció el primer ángel del asfalto, el amigo Manolo con destino a Ituzaingó con quién recordé la vida de empresario, lo triste que es tener que trabajar y gastar los pocos pesos ganados en los gastos del mes, sobreviviendo, también lo esclavizante de un negocio en el que se trabaja de autoempleado.

En el camino la chata comenzó a fallar y a recalentar el motor, por lo que el viaje se hizo bastante largo y una vez que llegamos a un puesto de control de gendarmería pudimos cargarle un poco de agua y literalmente ese auto se tomó 6 litros de agua pura de manantial, parecía seco y que viniera caminando del desierto, que si bien solo veníamos de Posadas, los 37º C. que nos acompañaban hacían un poco caluroso el hermoso tránsito por ese primer tramo. Después de un par de llamadas telefónicas y un par de paradas al lado del camino para comenzar a disfrutar de los paisajes le pedí al amigo que me dejara en el peaje de las afueras de la ciudad de Ituzaingó y así fue. Una vez ahí recargué mis reservas de agua en un dispenser que me estaba esperando en el peaje y en menos de veinte minutos ya estaba arriba de un auto nuevamente con rumbo a Corrientes Capital, un buen comienzo para un día en el que comencé a hacer dedo al mediodía, a esa persona la recuerdo como Salas, quien me recordó en ese trayecto de un par de horas la importancia del ejercicio físico, de al menos media hora diaria y por sobre todas las cosas que el camino fácil siempre termina mal y por supuesto y no por ello menos importante el FUMAR A CONCIENCIA, que es un simple ejercicio consistente en que mientras se fuma solamente hacer eso, fumar y nada más que eso, nada de mate, tereré, cerveza, nada de estudiar, escribir o hacer cualquier actividad, sola y exclusivamente fumar y concentrarse al 100 % en el acto de fumar y en disfrutarlo durante el tiempo que se tiene al cigarrillo en la mano, y lo he probado y sinceramente me ha funcionado al punto que he fumado mucho menos desde que empecé a practicarlo sin mayor esfuerzo que el concentrarme en el cigarrillo, sin dolores de cabeza, jaquecas y hasta quitar al vicio por completo de mi vida lo seguiré practicando, fumando tranquilo y a conciencia, respetando el acto de fumar. Y vale la siguiente reflexión:

¿Porqué no tomo alcohol todos los días emborrachándome? … sabés la respuesta? Exacto, porque al cuerpo no le cae muy bien el alcohol, bueno, lo mismo cuenta para el cigarrillo que día a día destruye las células de mi pulmón, hígado, riñones, cerebro y demás órganos del cuerpo

En fin, el amigo me dejó en un lugar no muy favorable, que fue la entrada a corrientes, desde donde debería hacer un tramo bastante largo para salir de la ciudad y la noche se acercaba, fui a otra estación de servicio ESSO donde aproveché para ir al baño y el amigo que cuidaba el lugar me invitó unos mates y me indicó que hacer para acampar, pues ya estaba atardeciendo. El conductor que me había arrimado hacia la ciudad me había recomendado acampar en la playa, al igual que el hombre que me convidó los mates, así que para allí fui. Me tomé el colectivo 102 de color rojo, que me llevó unos seis kilómetros camino al puente que une Corrientes con Chaco, pasando por encima del Río Paraná. Una vez arriba un policía me confirmó que si se podía acampar ahí en la playa y sin más allí me dirigí … oh gran sorpresa la mí aque al llegar a la playa después de caminar un kilómetro y medio con muchos kilogramos de peso en la mochila, un cartel gigante avisaba: Prohibido Acampar... clavelín … clavelinero.

Así pues, después de confirmar tan triste noticia me senté a descansar y apenas dejé mi mochila, el negro y paco (como yo los recuerdo) me saludaron e invitaron a tomar un vino con ellos a lo que accedí y de paso, mientras descansaba, fumaba y tomaba un vino recalculando acerca de donde dormir esa noche dos oportunidades aparecieron, paco me invitó a que vaya a dormir a su casa y los guardias de la municipalidad, que hacían las veces de informantes me comentaron que podía ir a dormir a una plaza que quedaba frente a una seccional de policía.

Yo seguía disfrutando la rica bebida regional y nacional como lo es el vino con coca, el atardecer era hermoso y se ponía sobre el río, la playa y el puente, una hermosa imagen para disfrutar y disfrutar. Las mujeres paseaban meneando sus siluetas lentamente por la costanera correntina haciendo el ejercicio del día necesario para mantener esos esbeltos cuerpos y sabiendo perfectamente que las estábamos mirando, un hermoso paisaje digno de aplausos.

La invitación de los chicos era muy tentadora, pero al ser 45 minutos en bondi y en dirección contraria hacia donde me dirigía decliné la invitación y me fui a tomar el colectivo para cruzar el puente con destino a resistencia con tanta suerte que en la parada me encontré con la gran María ( no la que juega a ser fantasma, sino una de carne y hueso). Apenas le pregunté por donde acampar me ofreció para que acampe al lado de su casa, y siendo las 21:30 hs y de noche acepté. Pasamos el puente y bajamos del colectivo, María vivía abajo del puente que une las dos provincias en una casilla de madera como una más de las tantas que pueblas las costas de nuestro ríos en Argentina, ojalá “Un techo para mi país” pueda llegar a Chaco y ayudar a personas como María.

Así que ahí iba a terminar el día, María fue a hacer sus cosas y cocinar y yo comencé a armar mi carpa, ya me había advertido de que vivía con un hombre con el que había discutido la noche anterior y era probable que no viniera, es que el día anterior había sido el cumpleaños de ella y él no cumplió con la promesa de regalo que había hecho; los mosquitos al costado del camino era como pequeñas agujas que penetraban hasta la ropa más dura que llevaba puesta. Y al rato, a los poco minutos se acercó el hombre de la casa y sin entender nada entró a la casilla, le preguntó rápidamente que ocurría y se me acercó un poco prepotente, quería saber quien era, que hacía ahí, a lo que me defendí con las palabras rápida y educadamente y entendió en seguida, a los 5 minutos estábamos charlando muy tranquilos mientras yo cocía la tira principal de la mochila que se me había roto al bajar saltando del colectivo con el que llegamos a la casa de María, al rato me invitaron a cenar, compartiendo su comida y su bebida conmigo, y a la hora ya estaba en la carpa durmiendo esperando el nuevo día.

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